Después de su época clasicista y de sus diseños para la exposición de Estocolmo de 1930 tomó un camino solitario, seguramente por sus experiencias en el Cementerio del Bosque y la Opera de Malmö. Y por tomar éste camino solitario fue olvidado. Se le dio cierto reconocimiento hasta su proyecto para la catedral de Uppsala, se le redescubrió en sus últimos años de vida y, finalmente, vendrían las dos iglesias de ladrillo que lo llevarían, en palabras de Ahlin, a convertirse en un semi-dios para sus colegas.
Lewerentz da cuenta de toda la historia de la arquitectura del siglo XX, que no es poco decir, fue un siglo bastante complejo. Ahlin escribió que los bocetos y edificios de Lewerentz son prueba de que el trabajo del arquitecto es un acto de voluntad, y que en él, circunstancias enrevesadas y condiciones contradictorias fuerzan a que se produzca, si no siempre claridad, sí una consistencia única y final; que si su estilo fue cambiando con el tiempo, no fue eso lo importante cuando se contempla la obra en su conjunto. Aunque existan temas que se repitan, los edificios son realmente difíciles de imitar, imposibles de reproducir en otro lugar. Por ello, según Ahlin, Lewerentz nunca tendrá sucesores como Aalto, Frank Lloyd Wright o Mies. Su obra no lo permite.
“El método de trabajo no permitía una gran oficina. Lewerentz no motró ningún deseo, como otros arquitectos radicales, de cambiar exaltadamente las cosas… En ese sentido, no era nada radical, su radicalismo lo encontramos, en cambio, en las muchas maneras sorprendentes de solucionar el propio trabajo de construcción.” Jane Ahlin
El libro cuenta con un estudio biográfico y de la obra, escrito por Jane Ahlin, un estudio de Luis Moreno G. Mansilla sobre la Capilla de la Resurrección, otro de la Iglesia de Bjorkhagen por Alenius y, finalmente, una recopilación fotográfica de su obra en general. Lo publicó el MOPU de Madrid en 1987.
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