Andrés Casillas de Alba
“En las tardes iba a las clases de Composición. Y también me decepcioné. Me di cuenta de algo que ya había venido pensando: la arquitectura solo se puede criticar del lado funcional. El lado emocional escapa a esos juicios y es la esencia de la arquitectura. Y el oficio de los arquitectos estaba gravemente limitado por prejuicios. Cualquier señora bien educada sabía mejor cómo hacer funcionar una casa que los arquitectos. Y una casita de seis metros de frente de la colonia Juárez o la Roma funciona mejor que cualquier casa de un arquitecto contemporáneo. Abandoné entonces la escuela, otra vez.
Y entonces, pasa en la vida como con los trenes. Todo convoy se dirige, supuestamente, en una dirección. Pero el guardagujas cambia la posición de unas pequeñas piezas en la vía. Y todo cambia, el destino es otro. Entré en contacto con un grupo de intelectuales, entre los que estaba Ernesto de la Peña. Y por referencia y recomendaciones de ellos obtuve una beca para irme a estudiar a Alemania, a Ulm, en donde funcionaba la escuela de arquitectura que fue la sucesora de la famosa Bauhaus: la Hochschule für Gestaltung.”
Para el punto en el que Andrés Casillas narra su huida a Alemania ya había escapado de su casa para estar vagando por Estados Unidos, había trabajado en un Rancho de los Altos en la ordeña y la pizca, también había estudiado y abandonado la escuela de arquitectura de Guadalajara de Díaz Morales, la de la UNAM, y había trabajado en el taller de Augusto Álvarez; y todavía le faltaría una fuga Isfahán, en Persia, regresar, convertirse en discípulo de Barragán y, posteriormente, en el arquitecto que es hoy. Sobra decir que tanto él como a su arquitectura les sobra personalidad, e historia. Vale recordar al mismo Andrés Casillas: “Hay un misterioso nexo entre todo lo que haces, todo lo que vives y la arquitectura que produces”.
La monografía es una publicación impecable, desde los planos hasta las fotografías; y la selección de las obras: puras casas. Parece recordarnos que “toda arquitectura es una casa”, como escribió Wang Shu.
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